Federico Herrero, director e investigador de artes del teatro, en una publicación del Teatro Escuela, opina que las clasificaciones en arte, son totalmente personales, y pone como ejemplo la etiqueta realismo, en realidad lo que propone Federico Herrero es un profundo respeto a la interpretación del espectador.
El realismo se refiere a la intención de la ficción de imitar a la realidad, de parecerse o ser fiel a ella.
La verosimilitud, por el contrario, hace alusión a que un elemento sea congruente o creíble dentro de un universo creado, incluso cuando este elemento no trata en absoluto de imitar a la realidad.
No es conveniente analizar la puesta en escena en función de su realismo, pues el realismo es una etiqueta —si se quiere, un concepto— relativista que depende de la cultura, la época e incluso la propia persona que analiza una determinada puesta en escena.
Lo que significa que una misma puesta en escena puede ser realista para un determinado teórico, crítico, y no serlo para otro.
Como el término realismo no es apropiado para la puesta en escena, a la hora de analizar ésta se utiliza el concepto de verosimilitud.
En este caso, es verosímil cualquier elemento que esté justificado por la propia historia. En este sentido, se puede establecer que el referente no es la realidad, sino el propio relato.